Poco más o menos. |
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Los 43 años suenan, antes que nada y sobre todo a un licor. Broma fácil. Ahí está. Los 43 suenan a consagrado rockero que se conserva bien, o todo lo contrario y ha decidido tirarse de cabeza a la decadencia. Los 43 suenan en el fondo de mi alma a haber superado la edad a la que murió mi madre. Es una sensación extraña, como si estar aquí fuera de prestado, ¿lo es?, yo no lo se.
¿Pero a qué tendrían que sonar los 43 años? Supongo a tener formada una familia. La tengo de una u otra manera. No tener hijos me pesa, pero es así. No se planeó tenerlos y tampoco hubo descuidos por el camino. Tendría que estar hipotecado. Quizá haber subido algo en el escalafón económico y profesional. A lo mejor tendría que haber echado raíces o haber vuelto a los orígenes. Nada de eso ocurrió.
A los 43 me recupero poco a poco de un descenso a los infiernos. No bajé rápido, aunque el último tramo tropezara y llegara al suelo de golpe. Tengo suerte de no haber roto el piso y haber descendido aún más. Hay muchos más niveles debajo. A los 43 desconozco el por qué de la necesidad de compartir textos o cualquier otra cosa en la red, más allá del deseo de ordenar toda esa materia caótica. A veces me da vergüenza y desaparezco. Ahora que estoy sobrio lo escribo porque quiero. No se por cuánto tiempo. Ojalá mucho. Ojalá vuelva la música.
A los 43 escribo estos párrafos tan crípticos porque aún estoy lleno de miedos, vergüenzas, traumas, malos recuerdos, pesadillas…
A los 43 pienso mucho en la muerte, en lo vivido, en cómo viviré a partir de ahora.
A los 43 le agradezco con todo mi ser a Lola, Mara y Tabitha que hayan estado en rededor mío.
A los 43, si me quedaran otros 43…¿a qué querría dedicar cada día?